Vigencia de Hemingway
Michel Hernández
Ernest Hemingway, considerado el dios de bronce de la literatura estadounidense, nunca ha pasado a engrosar el maldito libro de las ausencias. El escritor que hacía de la literatura una pelea de peso pesado, se ha inmortalizado en las páginas de obras cumbres como El viejo y el mar, en las historias que lo revelan al mundo como conductor de ambulancias voluntario durante la Primera Guerra Mundial, en las fotos de sus famosos safaris en Kenia y Tanzania, o en el cálido ambiente de su primer refugio habanero, el Hotel Ambos Mundos, donde vivió durante la década del 30 antes de instalarse en la Finca Vigía, en las afueras de La Habana.
Precisamente en esa céntrica instalación, en la que aún se conserva intacta la habitación donde residió el escritor, un reciente coloquio estuvo dedicado al aniversario 110 de su natalicio, el 70 de su residencia en Cuba, el 80 de la novela Adiós a las armas y el 55 del otorgamiento del Nobel de Literatura.
En el encuentro, que contó con la participación de especialistas de Cuba, Estados Unidos e Italia, destacó la presencia de la curadora de la Colección Hemingway de la Biblioteca y Museo John F. Kennedy, Susan Wrynn, quien brindó una pormenorizada exposición sobre los documentos históricos relacionados con la "leyenda Hemingway", preservados en esa institución, y se refirió a la cooperación mantenida con expertos cubanos que han contribuido a conservar su legado en Finca Vigía, donde residió por 21 años.
La experta estadounidense, en entrevista con Granma, señaló que entre los documentos más preciados que alberga la Colección Hemingway se encuentran los manuscritos escritos por su puño y letra.
"Aquí guardamos materiales —explica— que tienen los posibles títulos de sus obras en la letra de Hemingway. Por ejemplo en lugar de Adiós a las armas el pensó en nombres como Amor en la guerra, Tristeza por placer, Si hay que amar, La retirada de Italia, Cada noche y todo, El avance de los patriotas, entre otros. Eso demuestra las diferentes formas en que él pensaba desarrollar sus historias".
Quizás ningún escritor haya mantenido una relación tan fiel con las cámaras como el autor de París era una Fiesta. Solo con las fotos que visten su leyenda, en las que aparece como cazador, pescador de agujas, aficionado de las corridas de toros, boxeador, soldado o corresponsal de guerra, "Papa Ernest", como lo llamaban sus amigos cubanos, pudiera disfrutar de su propio Louvre fotográfico.
"Nosotros atesoramos más de 10 000 fotos desde los primeros años de su infancia. En ese entonces su mamá, Grace Hall, le llenó cuatro álbumes con sus fotografías. También guardamos el diario de la enfermera Agnes H. von Kurowski"— quien más tarde se convertiría en la modelo que le sirvió de protagonista de Adiós a las Armas— imágenes tomadas en Cuba y una muy buena selección de recortes de periódicos, con algunas de las críticas que se publicaron a varias de sus obras.
"Tenemos otros materiales que todavía no hemos catalogado que incluyen, por ejemplo, recibos del Hotel Ambos Mundos, sus pasaportes, relojes y un increíble boceto de Hemingway hecho por el maestro Gattorno", explica Susan.
La colección Ernest Hemingway del Museo Presidencial John. F Kennedy recibe diariamente la visita de estudiantes e investigadores interesados en conocer con mayor profundidad la vida y obra del escritor, interés que ha aumentado después de que enriqueció su catálogo con copias de los documentos facilitados por Finca Vigía, en cuya labor de conservación han participado técnicos cubanos y estadounidenses.
Para Susan este ha sido un "proyecto maravilloso que hemos logrado materializar. El intercambio entre especialistas de ambas naciones ha dado frutos magníficos. A mí personalmente me gusta mucho trabajar con investigadores cubanos, puesto que poseen una elevada preparación. Por todo este trabajo y más, hay que volver a dar gracias a Hemingway".
Tomado de Granma
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